agosto 21, 2018

3 valiosas cosas que he aprendido al dar cursos

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Algo que seguido comparto en los cursos es casi la misma filosofía que en malabarista: crea, disfruta, aprende, aviéntate; con tu propia fórmula, estilo y método.

Y esto no sólo aplica si quieres hacer algo similar.

En poco más de un año de dar cursos he aprendido 3 valiosísimas cosas que espero puedan ser de inspiración para ustedes.

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1.Salir de la parálisis

 

Hace mucho leí el concepto de parálisis por exceso de análisis.

Yo soy de las personas que en algunas cosas no le doy vuelta y a otras casi quiero hacerles un análisis molecular.

Los cursos o workshops estaban en el plan de marca de malabarista hace más de 5 años, pero me tardé en hacer el primero.

No sabía si funcionaría, no sabía si gustarían.

Mi nivel de exigencia mezclado con el miedo natural de arrancar algo nuevo me estaban paralizando y quitando valioso tiempo que no ponía en práctica.

Sólo sabía que no era ajeno para mí enseñar, dar clases en la Universidad en varias etapas de mi vida me ayudó a encontrar que podía hacerlo y me gustaba.

Creo que llega una edad donde tu experiencia, habilidades y confianza tienen ya cierto valor y pueden ser las herramientas suficientes para vencer la parálisis.

¿Por qué entonces nos paralizamos?

 

Porque nunca se tiene la certeza de nada y nos encantan las recompensas rápidas.

 


También, es verdad que a esta edad planeamos más, somos más realistas y a penas nos empieza el dolor en la espalda de las sobre exigencias que tenemos de años.

Es verdad, que entre más pasa el tiempo nos cuesta trabajo hacer cambios.

Pero también es verdad que se aprende haciendo, no hay que dejar que cuerpo y mente se paralicen.

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2. Ser honesta con lo que verdaderamente quiero hacer

 

Porque podría estar vendiendo clavos y tuercas o con un puesto de comida en el tianguis –y aunque cada uno tendría su nivel de estrés- soy honesta con lo que de verdad quiero hacer. 

Llega una etapa de la vida (casi próxima a la crisis de la mediana edad – rumbo a los 40) que se vuelve complejo si no estás realizando una actividad que te guste y te haga sentido.

 

Ya no quieres hacer cualquier cosa.

 

Es una edad difícil que puede atorarte en un trabajo que ya no te enamora, una rutina o hasta una relación con algo o alguien.

Cuando de verdad te apasiona algo, se nota, se transmite y cobra vida casi solo.

Y no me mal entiendan, el dinero está bien y también se necesitan ingresos que den para pagar las cuentas.

Es un balance en lo que realmente quiero hacer – debo hacer – y puedo re significar cómo quiero hacerlo. 

La honestidad contigo misma toma tiempo, recursos emocionales y hasta económicos.

Recuerdo una querida amiga que me platicaba que en el momento que se puso detrás de la computadora para iniciar un trabajo, se le endureció el cuello, sintió una rigidez por toda la espalda y dijo: basta, ya no es lo que quiero hacer.

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3. Las mujeres tienen muchas razones para emprender

 

Una de las tantas metas que tenía de fondo malabarista al arrancar, antes de pensar que me serviría para mi portafolio profesional, crear productos o servicios, era el blog como medio de conexión con otras mujeres interesadas en un desarrollo pleno y creativo.

Las mujeres tienen muchas razones para emprender y cada vez que me comparten su historia, sus anhelos o hasta miedos compartidos me doy cuenta de lo importante que es tener un proyecto que te identifique y te integre.

 

Porque no siempre sólo somos una cosa, somos un abanico de intereses mezclados.

 

Hay las que consideran emprender como parte saludable de tener un espacio propio a parte de ser esposa o madre, las que tienen alma innata de empresarias y no paran, las que se emocionan, se arriesgan o se angustian hasta la médula o hasta las que hacen de emprender un cómodo auto empleo, haciendo lo que les gusta pero quieren hacerlo bien para que no sea sólo un hobbie.

Es difícil hacer una descripción única de por qué muchas mujeres buscan algo más en esta área. 

Creo que es cuestión de personalidad, análisis profundo y reconocerte; para mí es como una receta que no siempre te queda igual, a veces necesita que le quites o le pongas algo extra para sentirte viva y despierta.

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Posiblemente porque frecuentemente queremos conciliar con muchas cosas al mismo tiempo, "lograr" lo que pensábamos años atrás, sumado al miedo a no poder, a no hacer, a cómo construir para el mañana o al propio concepto social de éxito personal en todos los sentidos que se viene arrastrando por lo que aparentemente vemos; donde abarcar maternidades, trabajos, pareja, desarrollo económico y una lista de perfecciones para alcanzar se vuelve interminable.

No les voy a mentir: me gusta producir, he trabajado mucho; malabarista tiene una mezcla de disfrute, mucho trabajo, negocio y la meta de un nuevo estilo de vida profesional; pero me costó una buena crisis existencial hace varios años.

Estas tres valiosas cosas que les cuento hoy las reflexiono sólo por un año dando cursos, pero sí puedo decir que malabarista en todo el tiempo que lleva, es como el jardín interior que si no lo hubiera regado hace muchos años me hubiera marchitado todita.

No lo es todo, es sólo una parte de mí (importante y constante) y como todo proyecto de marca personal tiene la flexibilidad de crecer y cambiar.

Y sin importar los cambios que sucedan, sí puedo decir al día de hoy que me ha transformado completamente; y sólo por eso, ya es para mí toda una vivencia a mi lista de vida.

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Gracias a las lectoras de hace años, bienvenidas a las nuevas y gracias por un año de cursos que me permiten compartir lo que más me gusta.