junio 05, 2018

REFLEXIONES DE 39 AÑOS

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Hoy cumplo 39 años y unos de los mejores regalos del día de hoy fue que me sigan diciendo “Bienvenida señorita, pase usted”

Los últimos días me han dolido más las rodillas, me han dado bochornos casi pre menopáusicos (sé que es la ola de calor de junio pero el otro día leí que en algunos casos la premenopausia puede comezar en los 40 y dura uno o hasta cinco años o más) casi me voy para atrás; así como mi esposo juega con mi cara estirando mi piel “para atrás” mientras que le lanzo una mirada fulminante.

Mi piel ya se afloja fácilmente, mis surcos alrededor de la boca se hicieron presentes desde mis 15 años y son sello genético que hoy quiere darse a notar más cuando en las grietas se refugia el sobrante del maquillaje.

Confieso que nunca fui de marcas de belleza y anti edad carísimas pero hace un par de semanas sí acepté varios sobres de muestras gratis de nombre “serum reparador nocturno”. Esa noche mientras me daba golpecitos en la piel sentí que estaba haciendo algo bien, que sucedía el milagro; sólo que cuando me terminé las muestras casi voy a la despensa por el aceite de oliva, no lo hice, pero lo pensé. Es que esas grietas de las que hablo ya son como la falla de San Andrés.

Mis piernas también se sienten aventureras y andan trazando nuevos mapas de encendidos racimos y complicadas rutas moradas porque quieren darle color al tono blanco y pálido donde habitan.

Y no hablemos de las rodillas, sigo esperando que las impresoras 3D saquen cartílagos compatibles con este par de rótulas cabezonas que tengo antes que llegue la artrosis y parezca robocop con las de titanio que me cuentan será mi destino. (Es un capítulo de dolor complejo pero lo mareo como puedo).

Y qué decir de la ropa, me compro cuando puedo y a un precio decente. Pero estoy en esa etapa donde siento todo de muy chavita o muy señora… y luego pienso… qué mas da, la vida es una, soy así y le estoy echando ojo a ese mini vestido de lentejuelas guardado en el clóset para salir como lamparita en un viernes común.

El pliegue caído de un ojo esconde mi segundo color de “sombra esfumada” se lo come hacia adentro y el delineado “cat eye” trata de entender hacia dónde va mi pulso, las arrugas debajo de mis ojos se hinchan como si hubiera comido puños de sal pero es que es otro sello heredado.

También me explican que mis óvulos tienen fecha de caducidad, cuando lo escucho los imagino en una mesa ovalada dialogando los misterios de su existencia, cada uno piensa diferente y ninguno se pone todavía de acuerdo.

Pero hoy los labios me los pinto más, con más color y más fuerza. A veces los tengo apretados conteniendo el llanto y la angustia, a veces muy sueltos para reírme a carcajadas o hablar sin parar movida por lo que el corazón recuerda, extraña y le apasiona mientras me esponjo el cabello pensando en mi niñez y me cuestiono. 

De pronto se me pasa la mano de “chapas” color rosa en los cachetes los días que me llena de color la vida y me veo como viejita; ya le he pedido a mi esposo que cuando ya no me vea me lleve arreglar al menos una vez a la semana “al salón”, sí, así, que se note, que por favor me pongan mucho color para recordar que la vida no ha sido perfecta pero es mía.

Para recordar que los vínculos que hago, los que están presentes, los que vendrán, los que se fueron y los que se renovaron me han construido; para que cuando llegue ese día festejando los 90 o más me sienta como hoy: amada, curiosa, acompañada, descubriendo, madurando y con suerte…. Bailando juntos con mi par de rodillas nuevas.